jueves, 28 de enero de 2016

Macbeth, de Justin Kurzel



Título original: Macbeth. Dirección: Justin Kurzel. País: Reino Unido, Francia y EE.UU. Año: 2015. Duración: 113 min. Género: Drama. Guión: Todd Louiso, Jacob Koskoff y Michael Lesslie, basado en la obra de William Shakespeare. Producción: Iain Canning, Emile Shermann, Laura Hastings-Smith. Diseño de Producción: Fiona Crombie. Fotografía: Adam Arkapaw. Música: Jed Kurzel. Vestuario: Jacqueline Durran. Estreno en España: 25 diciembre 2015.
Intérpretes: Michael Fassbender (Macbeth), Marion Cotillard (Lady Macbeth), David Thewlis (Duncan), Jack Reynor (Malcolm), Sean Harris (Macduff), Paddy Considine (Banquo), Julian Seager, Elizabeth Debicki, David Hayman, James Michael Rankin, Barrie Martin y Ross Anderson.

Sinopsis:
Ésta es la historia de un líder guerrero, involucrado en una guerra y que se propone reconstruir la relación con su esposa. Se trata de una de las tragedias más importantes de la literatura. Adaptación de la obra de William Shakespeare.

Fassbender y Cotillard en "Macbeth"

Comentarios:
Presentada en la última edición del Festival de Cannes, dentro de la sección oficial a concurso, esta versión del clásico de Shakespeare que realiza Justin Kurzel a cautivado a gran parte de la crítica. En el reparto el gran Fassbender y la siempre interesante Marion Cotillard.
Estas son algunas de las referencias que realizó Luis Martínez a su paso por Cannes:  
Justin Kurzel presentó su particular versión de la tragedia en cinco actos de Shakespeare. Al cineasta australiano se le conoce por una película que hace un lustro hizo saltar las meninges de más de uno: 'Snowtown'. Brutal hasta la inmisericordia.
Pues bien, en la misma línea y con Michael Fassbender y Marion Cotillard literalmente abiertos en canal, el director acierta a componer una sinfonía violenta de sangre, mugre y desesperación. Todo ello en un ambiente opresivo muy cerca de la composición abstracta. Importa, por encima de cualquier otra consideración, la capacidad del texto de empapar la pantalla hasta transformarla en un cuadro de Rotko; un lienzo barnizado de bilis. Suena extraño y, en efecto, lo es aún más.
Pocos de los textos del Bardo se antojan tan diáfanos y tan cerca del cine moderno como el drama del rey de Escocia. La traición, el poder, la culpa, la ambición y la carne se mezclan en un universo perfectamente reconocible, a vez íntimo y mitológico. Por ello quizá, ha vivido tantas y tan brillantes adaptaciones. Desde el barroquismo mágico, llamémoslo así, de Orson Welles a la enérgica y brutal transparencia de Akira Kurosawa, pasando por el gesto turbio de Roman Polanski, 'Macbeth' se mantiene perfecto en su detallada descripción de la herida de estar vivo.
A Kurzel le gusta mantenerse cerca del tumulto. En estado de borrachera existencial. La idea es trasladar a la superficie de la mirada el gesto convulso que anima cada línea del texto. Le importa al director el crujir de los huesos, el refulgir sucio de las espadas, la sangre coagulada sobre el rostro y sobre cada palabra declamada.
Y así, toda la cinta vive pendiente más de la transformación del protagonista de hombre de juicio a loco, que de héroe a villano. Y mucho más del viaje de ella de culpable de su ira a víctima de sus deseos. En efecto, Lady Macbeth es ahora una víctima, que no una víctima inocente. El matiz importa. Se trata de atrapar a la pareja protagonista en el escenario necesariamente en llamas de la vida, cualquiera de ellas.
El resultado es una película que exige ser contemplada en pie: tan enfebrecida como violenta; tan desestructurada que se diría compuesta por el mismo idiota que, recuerden, hace de la existencia un simple cuento de ruido y furia. 
El film de Kurzel puso, sin duda, el más sonoro y brutal fin de fiesta imaginable en Cannes 2015.


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