viernes, 21 de julio de 2017

Los estrenos en Sevilla de 21-07-2017




9 películas se estrenan el 21 de julio 2017 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Tres producciones son estadounidenses, dos británicas, una alemana, una rumana, una israelí y una argentina. Ningún estreno “made in Spain” y se queda sin editar en Sevilla el documental turco sobre animales “Kedi (Gatos de Estambul)” (Ceyda Torun, 2016). En esta semana nos arrojamos y recomendamos dos estrenos.
 
Dunkerque. (USA, 2017). Dir. Christopher Nolan.
Hay tanto que contar de esta película que es preferible ir a sentirla directamente, no vaya a sobrevenir el fin del mundo. Christopher Nolan sumerge al espectador en la experiencia desoladora de la muerte. Se ha calculado que un corazón medio pierde un tercio de su volumen cuando echa el telón «Dunkerque», una historia simple contada con un alarde técnico asombroso, sobre todo por su invisibilidad. Es el truco final coronado por un mensaje positivo, de esperanza en nuestra especie. La historia avanza a diferentes velocidades, que sin embargo no despistan. Al cineasta británico le encanta fabricar cajas chinas, matrioshkas narrativas. Baraja las semanas, los días y las horas como un prestidigitador, pero sin la complejidad de los universos paralelos de «Interstellar», los sueños enroscados de «Origen» o la historia al revés de «Memento». El ardid le ayuda a cambiar el cuadro general de la guerra, de la que apenas deja esbozos, por el primer plano de quien aún no sabe si será un héroe o un cobarde. El personaje capital es un señor modesto (Mark Rylance), encarnación del valor anónimo, anhelante de salvar vidas pero indiferente a las medallas. Otro hallazgo es lo que no se muestra. No hay miembros despedazados, esvásticas ni banderas. La película es «antinazi», pero por estética inversa, extirpados la grandilocuencia y los discursos. Y si hay movimientos de masas, aparecen acobardadas; incluso recuerdan a los refugiados en sus pateras. Se hace apología del esfuerzo individual, del triunfo de otro tipo de voluntad. Nolan debe más al Spielberg de «El diablo sobre ruedas», con un enemigo sin rostro, que al soldado Ryan. La estética de la violencia es sustituida por la del miedo, más profunda. No menos importante es la textura que proporciona el pincel de otro maestro, Hoyte Van Hoytema, un genio de la cámara. Hans Zimmer compone una banda sonora soberbia, abrumadora con sus sonidos de muerte, aunque algo obvia en sus pasajes épicos. Puede que el mayor milagro haya sido rodar, a estas alturas, una película bélica distinta a todas las anteriores y a la filmografía propia, sin perder el sello de una caligrafía magistral. El estilo está al servicio de una idea, no de una ideología, sin odio ni altanería, con piedad por los que sufren. Hay respeto por el oficio de soldado, por la carne de cañón. Hay también sangre, sudor y lágrimas, pero no se banalizan derramándolos por la pantalla, donde sí rezuman los medios, la ambición y el talento de un director que evoluciona y supera su reto: proporcionar una experiencia única, algo que el espectador no puede (ni debe, por su bien) vivir fuera de una sala de cine. Recomendada.
 
Sieranevada. (Rumanía, 2016). Dir. Cristi Puiu.
Presentada en la sección oficial del Festival de Cannes 2016. Ganadora del Premio a Mejor Película en el Festival Internacional de Chicago. Proyectada en el Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF´2016). Quizá el angosto recibidor de un piso de clase media en Bucarest sea el mirador más privilegiado para contemplar el mundo entero. Y diagnosticarlo. O a esa conclusión ha llegado el rumano Cristi Puiu -que se reveló con “La muerte del señor Lazarescu” (2005)- en su monumental último trabajo, “Sieranevada”, una comedia dramática coral que dedica buena parte de sus casi tres horas de metraje a abandonar al espectador en medio de esa claustrofóbica zona de paso: una ubicación abierta a una serie de habitaciones que parecen bullir de actividad durante la celebración del memorial por la muerte reciente del cuestionado patriarca de la familia, pero, al mismo tiempo, precario palco desde el que asistir a un agresivo recital de música concreta -contundentes portazos, crispaciones sociales, seísmos emocionales, ocultaciones-, y, a partir de ahí, construir sentido, como el ser humano en un universo cada vez más indescifrable. Aunque el demiurgo -Cristi Puiu- no haya facilitado manual de instrucciones. Transmitir la esquiva naturaleza de una película tan ambiciosa y radical como esta no es tarea fácil. Con todo, mucho más difícil tiene que haber sido construir una maravilla como esta: ¿cómo puede escribirse un guion para una película así, en la que todo parece estar sucediendo sin estar pautado, sin haber sido construido? ¿Cómo se rueda algo semejante, con esa coreografía invisible de cuerpos tensos buscando un hueco en una domesticidad que parece hacerse más opresiva a cada minuto, con cada nueva presencia? “Sieranevada” es un trabajo que enfrenta el espectador con la más estimulante y descarnada especificidad del cine como lenguaje: con la aparente aleatoriedad ¿posaltmaniana? de sus largos planos desplazándose de un centro de atención a otro, con su lograda ilusión de tiempo real pese a la puntual inelegancia de algunos de sus cortes de plano, la película de Puiu es muy difícil de imaginar bajo otra forma, como, por ejemplo, novela o montaje teatral. Una enervante discusión conyugal sobre disfraces de princesas Disney abre la espita del recital de incomodidades de este trabajo virtuoso que, sí, indaga en el estado de la cuestión rumana –con los ecos de Ceaucescu, la fobia a los gitanos, la religión- para elevarse a diagnóstico universal de un presente de individualidades sin referentes, abandonadas al consuelo de las versiones oficiales de los hechos o al estímulo de la paranoia y a las que quizá sólo les quede la risa patética como única respuesta. Recomendada.

 Asuntos de familia. (Israel, 2016). Dir. Maha Haj.
Conquistar la universalidad desde el localismo es uno de los triunfos del cine del humanismo. Como el de Maha Haj, sugestiva debutante en la dirección, hasta ahora directora artística de películas de Elia Suleiman (The time that remains) y Ziad Doueiri (El atentado), que con “Asuntos de familia” logra extenderse hacia afuera y hacerse entender desde dentro, con un drama de apuntes cómicos que, con apariencia de leve, se hace fuerte en la sutileza y la caricia, pero también en la incomprensión y el egoísmo. Los de una familia palestina de Israel que ha crecido en Nazaret, pero que en diversas generaciones se extiende hasta Suecia y que, a pesar de la lejanía, (casi) podría ser la nuestra. De lo remoto a lo global, o el ser humano como repetidor de semejantes formas dramáticas de fastidio mutuo, aquí comandadas por el desencuentro de un matrimonio de jubilados al borde de la ancianidad, que ya apenas se dirige la palabra ni la mirada, hundido en una incomprensión mutua descorazonadora y desgraciadamente clásica, capaz de montar una batalla a cada paso de cotidianidad, con la mujer aguantando siempre un par de puñaladas por la espalda más que el hombre. A través de planos fijos y sin banda sonora, Haj despliega un envidiable gusto para el encuadre, componiendo secuencias de incomunicación generacional e intergeneracional de gran finura, en las que, de un modo siempre inesperado, saltan chispas de notable humor negro. Con la señera “Cuentos de Tokio” (Yasujiro Ozu, 1953) como referente ineludible, “Asuntos de familia” parece, en su primera mitad, dejar de lado el sempiterno conflicto político de la zona, al menos en los textos, en favor de un simbolismo carcelario de todos modos muy palpable. Sin embargo, en su último tercio, esa prisión en forma de representación alegórica se hace carne física, cuando sus protagonistas pretenden moverse en libertad por una zona llena de fronteras: políticas, sociales, culturales, familiares. "El tiempo pasa rápido cuando no estás solo", dice una de sus jóvenes protagonistas en un momento del relato, como un lema solidario que, en cambio, no acaba de confirmarse en el devenir de los que la rodean. Quizá porque Haj, guionista además de directora, sabe que los consejos universales tampoco existen. Y que la familia puede ser muchas veces una magnífica tabla de salvación, pero también un infalible método de ahogamiento. Recomendada (con reservas).

Una noche fuera de control. (USA, 2017). Dir. Lucia Aniello.
Comedia de aspecto sinvergüenza que, sin embargo, lo único que hace es retomar el lenguaje, la actitud y el tono donde lo dejaron Berg (Very Bad Things) y los Farrelly (Algo pasa con Mary), para plantarlo en una comedia protagonizada por mujeres. Chicas comportándose en una despedida de soltera como siempre se exhibió que lo hacían los chicos. El que espere de “Una noche fuera de control” una nueva “La boda de mi mejor amiga”, ésta sí, novedosa, descacharrante y brillante en su comicidad y en su asalto social, está muy equivocado. De hecho, Lucia Aniello, coguionista y directora de “Una noche fuera de control”, bien haría en pagar a Berg una cantidad de dinero en concepto de derechos de autor, pues roba a “Very Bad Things” tanto su esencia argumental ―un mortal accidente relacionado con una de las actividades sexuales de la celebración―, como incluso la forma en el que este se desarrolla. Poca imaginación. No Recomendada.
 
A 47 metros (Reino Unido, 2017). Dir. Johannes Roberts.
El título alude a la profundidad en la que quedan atrapadas las dos jovencitas de la película, pero los metros es lo de menos si se mira la cantidad de tiburones que caben en ese espacio. No hay novedades con las leyes del subgénero, y el guion se limita a procurar que usted pase tanta angustia como ellas: la bombona del aire se acaba, los escualos crecen, la torpeza inevitable en estos casos (todo se les cae, todo les sale mal…). La historia procura una novedad con respecto a otros films de tiburones, y es que aquí no son listos como Hannibal Lecter, ni vengativos, ni estrategas como aquel de Spielberg o de Collet Serra en «Infierno Azul», que parecían salidos de un máster en Harvard. Son simplemente tiburones con hambre, lo cual tampoco tranquiliza. El director, Johannes Roberts, no se plantea más conflicto que el de la supervivencia, y no saca la acción del fondo del mar y del miedo a la dentellada: la película no da para más reflexiones que la de lo tonto que es el ser humano en su relajo vacacional (que igual se tira por la terraza del hotel que se bebe el «cóctel de la casa»). Y en eso está lo oportuno de esta película de género y estación: conviene verle la dentadura a un tiburón antes de irse al mar a hacer el merluzo. No Recomendada.


Siete deseos. (USA, 2017). Dir. John R. Leonetti.
Clare Shannon es la típica adolescente de 17 años: sobrevive al instituto como puede, intenta ser popular y se preocupa mucho por lo que los demás piensan de ella. Todo normal hasta que un buen día su padre le regala una caja de música con una inscripción muy peculiar, dado que pone que está creada para conceder los deseos de su dueño. Clare no tiene nada que perder, así que comienza a pedir deseos que mágicamente se van cumpliendo uno a uno. Comienza a tener dinero, fama y amor, pero empezará a darse cuenta de que todo esto tiene un precio. Todas las personas de su alrededor empiezan a morir de forma espantosa por lo que tendrá que deshacerse de la caja lo más rápidamente para salvar la vida de sus seres queridos. Está cinta de terror fantástico está protagonizada por Joey King y dirigida por John R. Leonetti. La cinta tiene chispazos de alegre desparpajo en el devenir de su trama, pero no sortea demasiado bien los vericuetos de un tipo de cine más bien olvidadizo: los esquejes de comedia de instituto, la insipidez de su protagonista, las constantes sumas de dos y dos… Rescatemos si acaso el final, que no por anunciado deja de tener su gracia, rehúye la complacencia y se carcajea a gusto de sus propias memeces –combinadas con fogonazos de mala leche– esbozadas a trompicones durante el metraje. Quien no se conforma… No Recomendada.



Inseparables. (Argentina, 2016). Dir. Marcos Carnevale.
Versión argentina casi exacta del filme francés “Intocable” (Olivier Nakache y Eric Toledano, 2011). Antes el cine de Hollywood volvía a rodar películas poco vistas por allí, para aprovecharse de su éxito y llevarlas al gran público. Ahora todo el mundo copia a todo el mundo y cada vez con más rapidez, ya sea legalmente, como aquí, o con adaptaciones más o menos encubiertas ahorrándose el pago de derechos. Oda al público medio ―simpatía un tanto forzada, drama sin explicitudes, leves apuntes sociales―, “Intocable” es quizá el más genuino representante del cine popular del nuevo milenio. Y Carnevale, consciente de su categoría de reloj preciso en ese terreno, ha decidido tocar muy poco. “Inseparables” se adapta bien a la sociedad argentina, y a su favor tiene un gran dúo de intérpretes. François Cluzet, la sutileza, y Omar Sy, el desborde, estaban perfectos. Óscar Martínez y Rodrigo de la Serna son iguales de buenos (o mejores aún). Sin embargo, también tiene aspectos en contra: una música funkie espantosa que no encaja ni en tono ni en tempo cinematográfico, y unos juegos de montaje un tanto chabacanos en las transiciones. Lo demás es (casi) todo igual. Los fanáticos de “Intocable”, ya saben. El resto, también. No Recomendada.

El último virrey de la India. (Reino Unido, 2017). Dir. Gurinder Chadha.
Para Gurinder Chadha, directora de “Quiero ser como Beckham” (2002), la llegada de Lord Mountbatten a Nueva Delhi para gestionar el proceso de independencia de la India tras el dominio colonial no es solo un hecho histórico, sino el contexto de un doloroso episodio de la memoria familiar que se hace explícito en los créditos finales. “El último virrey de la India” intenta conciliar ese doble percepción de la Historia –la objetiva y la personal-, pero lo resuelve con la palmaria torpeza de machihembrar una recreación didáctica del proceso, atravesada de una contradictoria nostalgia imperialista, con los modos de un melodrama sobre el tema de los amantes separados por irreconciliables diferencias de origen: aquí, un hindú y una musulmana ejercen de declinación funcional de Romeo y Julieta sobre un paisaje que es el germen de heridas que siguen sangrando en el presente. Un fetichismo colonial con el membrete de exquisitez de una megaproducción de la BBC –cada pieza de cubertería parece elegida con la obsesiva precisión de un comisario de museo- envuelve, pero no camufla, las ingenuidades de una simplificación del juego de tensiones a través de las voces de la servidumbre y el desaforado sentimentalismo de un clímax que confunde intensidad con aspaviento. Levantada sobre una paradoja ideológica esencial, “El último virrey de la India” ofrece un generoso material para psicoanalizar la herencia de amor/odio que el Imperio británico dejó en la psique de una cineasta procedente de una familia golpeada por la cesión de territorio indio a Pakistán. No Recomendada.
 
Mara y el Señor del Fuego. (Alemania, 2015). Dir. Tommy Krappweis. 
Película que narra la historia de Mara Lorbeer, una joven de quince años que descubrirá que tiene poderes extraordinarios, pudiendo incluso viajar en el tiempo. Mara se sentirá desubicada ante tal revelación, pero un profesor suyo le ayudará a conocer el origen de tales poderes mágicos. Mientras tanto, ambos tendrán que intentar salvar al mundo del malvado dios nórdico, Loki, y conseguir derrotar al mal antes de que sea demasiado tarde. Mitología nórdica, fantasía y acción se juntan en esta película basada en las novelas juveniles escritas por Tommy Krappweis. El film está dirigido por el escritor Tommy Krappweis, quien firma el guion junto a Sebastian B. Voss, y protagonizado por Lilian Prent, Jan Josef Liefers, Esther Schweins, Christoph Maria Herbst, y Eva Habermann. Cine familiar para estas fechas que llega dos años después de su producción a la cartelera española. No Recomendada.

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