lunes, 21 de mayo de 2018

Con faldas y a lo loco


Pero tú no eres una mujer. Eres un hombre.
Ni en broma puedes casarte, ¿y el porvenir?




Chicago, 1929: Jerry (Jack Lemmon) y Joe (Tony Curtis), un par de músicos frustrados, son testigos involuntarios de una matanza entre gánsteres. Huyendo de sus perseguidores, se suben a un tren con destino a Florida disfrazados de miembros de una orquesta femenina. Ambos se las arreglan con la farsa de forma distinta. Joe, alias Josephine , se enamora de la infeliz cantante de ukelele Sugar Kane (Marilyn Monroe) y busca maneras de deshacerse de su disfraz. Jerry, en cambio, empieza a cogerle cariño a su papel de Daphne. Y es que ha encontrado a un admirador ardiente-y sobre todo rico- en el canoso industrial Osgood Fielding III (Joe E. Brown).Los líos inevitables alcanzan su punto culminante cuando Botines Colombo (George Raft) y su banda se hospedan precisamente en el mismo hotel…


¿Por qué rodó Billy Wilder su película más famosa, para muchos la comedia más perfecta de todos los tiempos, en blanco y negro? Sólo hay que imaginarse en technicolor a dos hombres maquillados para intuir las complicaciones artesanales de un argumento tan simple en apariencia. Pero “Con faldas y a lo loco” es mucho más que una comedia de travestidos. El film es un homenaje a los primeros años del cine, a las películas de gánsteres de Hollywood, a las comedias locas de los años 40 y también al slapstick o cine de payasadas de los Hermanos Marx. Con esos ingredientes y todos sus recursos artísticos, Wilder prepara un cóctel lleno de chispa y efectos desenfrenados que apunta directamente a la carcajada y le debe su sabor agridulce al verdadero tema: el sexo.


Si alguien vio la película por última vez en la infancia, no la reconocía. Incluso los diálogos más inocentes contienen alusiones obscenas al amor libre, la homosexualidad o la impotencia. En la versión original, el lamento resignado de Sugar I always get the fuzzy end of the lollipop, despierta asociaciones que sólo podían escapar a los censores. En la versión española, la frase se tradujo como: “Siempre me toca cargar con la peor parte” y así, aunque ese es su significado, se pierde el sentido fálico que la palabra “lollipop”, pirulí en español, le confiere al original.


No menos atrevida fue la coherencia de Wilder al organizar su comedia en torno a crueles contradicciones: sexo y dinero, vida y muerte, realidad y apariencia, gánsteres y músicos, hombres y mujeres. Toda la comicidad se basa en esos opuestos y en una forma de invertirlos que pone los pelos de punta. Para impresionar a Sugar, el viril Joe se disfraza de magnate del petróleo corto de vista y con problemas de impotencia. Así, pues, la cita en el yate de Osgood no sólo sirve para seducirla, sino también para que ella le seduzca. La constante preocupación de Wilder por obligar a sus héroes a ir disfrazados durante casi toda la película provoca gags cada vez más delirantes. Pero, en realidad, se trata únicamente de sobrevivir; aunque al pensar en la luna de miel con Osgood (Él quiere ir a la Riviera, pero yo me inclino por las cataratas del Niágara), Jerry desearía estar muerto.


Todo es leyenda en esta película, desde el vestido casi invisible que lleva Marilyn mientras canta I wanna be loved by you, hasta la asombrosa reacción de Osgood ante la verdadera identidad de Daphne: “Nadie es perfecto”. La larga búsqueda de esta última línea de texto fue tan rocambolesca como las pruebas de vestuario con el diseñador de ropa Orry-Kelly. A Billy Wilder y a Tony Curtis, el rodaje caótico con Marilyn Monroe les ofreció tema de conversación suficiente para toda una vida. Unas veces, la actriz no se presentaba en el plató; otras, necesitaba más de cuarenta tomas para una frase tan simple como: ¿Dónde está el coñac?  Para Curtis y Lemmon, los tiempos de espera significaron un martirio con los zapatos de tacón puestos y, según contó Wilder, él sufrió un ataque de nervios. No obstante, el director quedó entusiasmado después con la presencia de la estrella en la pantalla y su sentido del ritmo de la comedia, que ambos perfeccionaron juntos en esta película.


Con faldas y a lo loco narra también la triste historia de la desesperada diosa del sexo Marilyn Monroe. Empujada a la bebida por sus ideales románticos y por hombres irresponsables, Sugar suspira por un compañero comprensivo. ¿Fue una casualidad que, con el heredero con gafas de la petrolera Shell, Wilder le estuviera sirviendo el vivo retrato de su esposo intelectual, Arthur Miller?


Sea como sea, en el corazón de la alocada historia se encuentra un sentimentalismo que supera con soltura al cinismo de Wilder, a menudo censurado. Sugar recibe el beso redentor de una mujer, el ligón reconvertido Joe, que no vacila en revelar sus verdaderos sentimientos en medio del escenario y travestido. Al final, él y Jerry han experimentado lo que la otra mitad soporta todos los días. Marilyn Monroe murió pocos años después. Su película más hermosa aún vive.


En su autobiografía, Tony Curtis escribió sin tapujos sobre una dura infancia judía en Brooklin y sobre la inapreciable ventaja de ser guapo. Su atractivo le abrió las puertas de Hollywood a Bernard Schawrts, pues ése fue su verdadero nombre de bautismo en la lejana Hungría. Después de los primeros éxitos en películas de época triviales como The son of Ali-Babá (1952), Curtis se convirtió en el primer ídolo para adolescentes de la fábrica de sueños: una seria competencia para James Dean. Le ofrecieron pocos papeles de galán, en cambio, actuó en epopeyas como Espartaco (1960) y Taras Bulba (1962), haciendo a menudo de hijo “adoptivo” de Kirk Douglas, Burt Lancaster Yul Brinner o Cay Grant. Fugitivos (1958) un drama sobre el racismo de Stanley Kramer, fue su primer intento por hacerse respetar como actor de carácter. El estrangulador de Boston (1968), el segundo y último. Su talento cómico fue el responsable de sus mayores éxitos y de más de un fiasco artístico. En total rodó unas 120 películas. Tony Curtis estuvo toda la vida en los focos de la prensa amarilla. Después de casarse con Janet Leigh, la estrella de Hitchcok en Psicosis, y con la actriz alemana Christine Kauffman, luchó durante años contra sus problemas con las drogas. El amante de los automóviles veloces y las mujeres hermosas, tiene sucesora en su hija la actriz Jamie Lee Curtis.
                                                      

VIRGINIA RIVAS ROSA






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